SE INICIO EL JUICIO ORAL Y PUBLICO POR LA MUERTE DE PABLO “TATO” ISOLA
A dos años y casi dos meses del asesinato del joven Pablo “Tato” Isola, el Tribunal Criminal N° 2 del Departamento Judicial de Mercedes deberá decidir si Tomás Vicente es el verdadero culpable de uno de los crímenes más escabrosos cometidos en esta ciudad.
El jueves, a las nueve de la mañana, se inició el juicio oral y público por este resonante caso. El tribunal estuvo integrado por los doctores Fernando Bustos Berrondo, Graciela Larroque y Alejandro Caride. Como fiscal actuó Juan Manuel Mastrorilli, en tanto el doctor Martín Capandegui representó a los padres de Isola.
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En la audiencia -que se prolongó durante doce horas- se escucharon treinta testimonios y hubo un breve careo entre Tomás Vicente y la testigo clave Telma Castro, que no arrojó demasiada luz sobre el hecho.
Pablo Isola murió asesinado de un disparo certero en la madrugada del 17 de marzo de 2001. Acababa de cumplir 18 años.
Según reveló la primera autopsia practicada sobre su cuerpo, la bala que lo mató pertenecía a un revólver calibre 22. Su cuerpo fue hallado boca abajo sobre el asfalto, en la esquina de Güemes e Hipólito Irigoyen, frente a la escuela Comercial.
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Pocos días después la policía dio con la pista del posible asesino: Tomás Vicente, un humilde empleado de una pizzería de esta ciudad. El testimonio de su patrón, Walter Alberto Bravo, bastó para que la investigación condujera directamente hacia él.
Bravo declaró ante el comisario Raúl Lezcano -entonces titular de la seccional Primera de Luján- un dato que resultó clave en la pesquisa. Según afirmó el pizzero, Vicente le confió que la noche del asesinato había efectuado “dos o tres disparos” para protegerse de dos personas que habían intentado robarle. Esto ocurrió a poca distancia de donde apareció el cadáver. La coincidencia entre ambos hechos fue decisiva para la suerte de Vicente, que a los pocos días fue detenido.
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La irrupción de Telma Castro en la causa terminó por sellar las piezas sueltas para dar con el presunto autor del homicidio. La mujer aseveró que esa noche, mientras caminaba por la avenida España de regreso de la Nueva Bailanta, Vicente la amenazó con un arma e intentó robarle. Poco después, y aprovechando la presencia de una tercera persona que casualmente pasó por el lugar, ella logró escapar.
Sin embargo, durante el tiempo que estuvo sometida por el arma de Vicente, escuchó de su boca la confesión que resultó determinante en la investigación de la muerte de Tato: Castro aseveró que Vicente, acaso para intimidarla, le había manifestado que acababa de matar a una persona.
*PRIMER TESTIMONIO. Antes de ser detenido, Tomás Vicente se desempeñaba como repartidor de pizzas en un negocio llamado “Los Troncos”, ubicado en 25 de Mayo al 700, casi frente al Centro de Servicios Funerarios de la Cooperativa Eléctrica. La historia que contó es la misma que declaró hace dos años.
Según Vicente, la noche del viernes 16 de marzo, él, su jefe y sus compañeros concurrieron al restaurante céntrico “Un carrito más” para festejar el primer aniversario de la pizzería. Luego continuaron el festejo en la confitería El Aguila, ubicada en San Martín y Rivadavia, lugar en el que nunca antes había estado. En el interín llevó a su casa en la moto a un compañero de trabajo, Oscar Roncatti. Eran cerca de las dos de la mañana. Enseguida regresó a “El Aguila” y permaneció allí por espacio de algunas horas, hasta que decidió emprender el regreso.
Desde hacía un mes llevaba oculto en el asiento de la moto un revólver calibre 22 que, siete meses antes, había encontrado en la calle. Tomó esa decisión para protegerse sobre todo en el trayecto hasta su casa, ubicada en un solitario establecimiento rural cercano a Jáuregui.
Antes de poner en marcha la moto hizo lo que solía hacer cada vez que regresaba a su domicilio: sacar el arma y guardarla en el bolsillo de su campera.
En el cruce de Avenida España y Alem sintió que alguien le pegaba en la espalda con un objeto contundente, que no dudó en identificar como una bota (un calzado). Para no caerse tuvo que frenar. En la calle lo aguardaban un muchacho “alto” y una chica “de pelo largo” (Telma Castro). “El muchacho me quería robar la moto, pero yo le dije que no se la iba a dar”, afirmó Vicente. Y después manifestó que, para defenderse, sacó el revólver del bolsillo y efectuó dos disparos al aire.
Esto hizo que el agresor saliera corriendo, y que la chica -que había tomado la moto y la arrastraba a su lado- desistiera del intento. Vicente, entonces, regresó a su casa y no habló del episodio con nadie. Al día siguiente, antes de ir al trabajo, sacó el revólver del armario en el que lo guardaba y lo recargó. A las 19, como de costumbre, estaba otra vez en la pizzería para iniciar una nueva jornada.
*EL SEGUNDO ENCUENTRO. Vicente declaró que el sábado, cuando ya había ocurrido el homicidio de Pablo, trabajó como todos los días. Cerca de las doce de la noche (la hora en que el negocio cerraba) fue a llevar el último pedido. Cuando avanzaba en su moto se cruzó con dos hombres y una mujer en Dr. Muñiz y Mariano Moreno. Enseguida reconoció a la chica -era la misma de la noche anterior-, aunque no pudo afirmar si uno de los muchachos era el que estaba con ella cuando intentaron robarle. Al tercero, directamente, nunca lo había visto.
Dijo haber escuchado gritos para que frenara, pero señaló que él no se detuvo. Cuando regresaba, sobre la calle 9 de Julio, afirmó que había vuelto a cruzarse con las mismas personas, y que nuevamente habían intentado que se detuviera al tiempo que le proferían toda clase de insultos. Sin embargo él aceleró y los perdió de vista.
*"SI EL ANDA CALZADO, YO TAMBIEN”. En su declaración, Walter Bravo, el patrón de Vicente, contó que la noche del sábado, cuando el negocio había finalizado su actividad, aparecieron enfrente de la pizzería tres personas, dos muchachos y una chica de pelo largo.
Uno de ellos cruzó la calle y le preguntó si en el lugar trabajaba una persona de la que brindó sus principales características. Bravo comprendió que, por la descripción, el muchacho se estaba refiriendo a Tomás Vicente.
Según su declaración, esta persona le dijo que la noche anterior Vicente le había apuntado a su novia con un arma y que, mientras intentaba robarle, la había obligado a llevar su moto de tiro. Y le dejó un mensaje a Bravo para que le transmitiera a su empleado: “decile que si él anda calzado, yo también”.
A la mañana siguiente Bravo decidió ir a la casa de Vicente para contarle lo que había ocurrido. “Cuando llegué le pregunté qué había pasado, y él me dijo: 'qué cagada me mandé'”, declaró el pizzero. Y luego manifestó: “Entonces le pregunté qué había querido hacer, y él me dijo 'lo que pasa es que me gritaron y le tiré dos o tres tiros'”.
No obstante, en su declaración ante el tribunal, Bravo indicó que el diálogo fue confuso. Y que no podía precisar a qué se estaba refiriendo su empleado: si a la muerte de Tato Isola (que ya había ocurrido) o a la agresión que Vicente afirma haber sufrido esa madrugada.
En la conversación, Vicente le contó que lo habían querido asaltar, y que en su defensa disparó dos veces al aire.
Pero Bravo, pese a que al comienzo de su declaración se refirió a Vicente como a “una excelente persona”, dijo haber sentido miedo de su empleado. Para prevenir cualquier tipo de problemas, le solicitó que por unos días no fuera a trabajar. Vicente aceptó, y a la vez le pidió que no le dijera a nadie dónde vivía.
*TELMA Y LUIS. La declaración de Telma Castro fue una de las más largas, y no se caracterizó por su claridad y precisión. En su relato, la
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