Marcos Tabossi: “Mi viejo dejó una huella en todos los que lo trataron”
Por Marcos Tabossi:
Nunca usé las redes sociales para hablar de mi viejo. Pero en estos dos días su nombre estuvo en montones de muros y de repente lo he visto en este barrio virtual sin que me lo esperara.
Mucha gente honrada de haber pasado por sus aulas, de haber compartido una anécdota o de haberse llevado una frase o un gesto de él. Agradezco mucho cada uno de los comentarios de distintos muros. Todavía no tuve tiempo de leerlos todos pero lo voy a hacer y lo voy a compartir con la flia, claro.
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Mi viejo dejó una huella en todos los que lo trataron. Durante toda mi vida -y la de mis hermanos- he vivido repetidas situaciones donde decir mi apellido en Mercedes y especificar que era hijo de él, eran las contraseñas para que mi interlocutor se despachara con descripciones y anécdotas que debía escuchar. Pero la demostración de afecto en estos dos días ha sido verdaderamente conmovedora. Tanto con mensajes, con posteos, con la presencia en el velorio, en la misa y con esos cordones de chicos que lo esperaron para aplaudirlo tanto en el colegio San Antonio cómo San Patricio, chicos que no lo conocieron pero que seguramente escucharon hablar de mi viejo y de lo que hizo no sólo en esos colegios sino en la ciudad de Mercedes.
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Estoy muy agradecido y honrado de ser su hijo, de llevar su apellido y haberlo disfrutado en mis 38 años de vida.
La enfermedad que yo digo de mierda es una bendición, decía él, porque permite prepararnos a todos para el desenlace. En fin, como hijo sólo voy a decir que pudimos despedirnos. Que este último tiempo lo aprovechamos para despedirnos en todo sentido. Mi viejo se fue en paz, transmitiendo paz y dando un ejemplo de coherencia e integridad (la que tuvo durante toda su vida) hasta el último momento. Mantuvo la lucidez hasta el último día y bastaba que uno tocara un tema de historia para que despertara su pasión, que nunca lo abandonó, y ponerse a ilustrarnos con la poca voz que le quedaba y sin ahorrar energías.
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Y en esa explicación histórica venía adosada, como siempre, una lección de vida.
Cada vez que iba a verlo al policlínico, por ejemplo, me recibía con la misma pregunta:
- ¿Sabés qué le dijo en su lecho de muerte Felipe II a su hijo?
- qué?
- “Hijo, te he mandado a llamar para que veas dónde terminan las vanidades del mundo”
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