El retrato del transformista
Es una propuesta fuertemente apoyada en la actuación del único actor, que utiliza el texto de Moro como punto de partida para un monólogo que supone una conversación con el público y un intercambio paralelo con un personaje al que nunca vemos ni escuchamos, y que parece ser el blanco de todos los desencantos del protagonista.
Eusebio Ramírez es ese protagonista excluyente y verborrágico, el transformista que supone preparar un nuevo show pero no puede despegarse de la memoria de otros tiempos, no necesariamente más felices pero dignos de una permanente evocación nostálgica.
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La importancia de esa base textual resulta esencial en el campo temático: de allí surgen los clichés de la pretendida diva y su vestuario, las vivencias de una carrera que se muestra como exitosa de un modo incomprobable, las referencias muy justas hacía canciones e ídolos del pasado. Eusebio Ramirez es un transformista casi inevitablemente devenido travesti, luchando para sostener su frágil condición artística contra el paso del tiempo y la decadencia propia y de su entorno. Ni siquiera vive de ilusiones, simplemente trata de sobrevivir.
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Con acierto la dirección aprovecha los buenos movimientos de José Toccalino, que recorre la escena moviendo objetos todo el tiempo, esos objetos significativos que muchas veces dicen más que las palabras. Las palabras muchas veces dependen de un adecuado intercambio con el público, y esa es probablemente la tarea más difícil. Toccalino tiene muy buena voz –tal vez sería interesante que cantara más- y muestra una expresividad adecuada para su rol, pero por momentos depende excesivamente de la reacción de los espectadores, y en ocasiones esto resiente la eficacia y produce algunos quiebres en la continuidad dramática. El único momento en que abandona la escena (inmediatamente antes del final) es un claro ejemplo de esto, el regreso para el cierre no logra recobrar el clima. Con todo, la presentación es atractiva y sale airosa de las muchas dificultades que esboza la base textual: la caracterización sin excesos del transformista , el lenguaje retro que no puede evitar alguna vulgaridad, el estilo quejoso y casi familiar, los repetidos intentos de una comunicación que nunca llega a profundizarse.
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El ciclo de mayo en Talía continúa el domingo 22 con “La guerra del gallo”, de Juan Guinot, un texto con un protagonista obsesionado por la guerra de Malvinas que actúa Martín Amuy-Walsh con dirección de Mauro Yakimiuk. Como en los domingos anteriores la función esta+á prevista para las 18 y el costo de las entradas es sumamente accesible.
G.C.
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